Los
límites no existen
No
hay con que darle, musicalmente Buenos Aires es una madre adolescente que va
pariendo bandas a más no poder. Sino no sé cómo se explica el gran show que dió
Massacre el domingo 9 de julio en la ciudad de Salta y que viene replicando en
su gira cósmica por más de 13 ciudades. Fue en Sublime, un local bailable que
pasó su prueba de fuego como una posible alternativa de templo de rock a falta
de lugares para tocar. Surfistas del sistema, uno de los hijos más recientes
abrió el recital, teniendo tan solo ¡2 años! sonaron exquisitos, arrancando con
un prolijo y desconocido “sistema solar”.
Salta,
es un poco más agreste en lo que respecta al género musical, ya que no hay una
profesionalización, ni tampoco un público que desborde establecimientos que
permitan aflorar al género del rock tan fácilmente. Pero ojo, que hay bandas
que prenden y se arraigan: de eso dieron testimonio los locales Luca Makonia,
haciendo saltar a más de 200 personas que se fundieron en un solo pogo que por
como se movían estaban a punto de salirse del local. “Tus hermanas”, “volvé”,
“anita”, “tosiendo sangre” calentaron los motores para la llegada del plato
fuerte.
Y
entonces los héroes, Massacre comandado por un Walas tierno y bello (“la gente
de salta son unos bombones y bombonas de chocolate rellenos con licor”) me
trasladaron por un momento a los recitales de Buenos Aires y entonces me olvidé
que me había venido a vivir al norte de nuestro país y me sentí en casa. De
repente Argentina era un solo acorde y llevaba como estandarte la bandera del
Rock.
Cambie
el tango por el folclore, la pizza por la empanada y lo infinito de la
costanera por dos cerros gorditos que me saludan todas las mañanas. Les escribo
a más de 1600 kilómetros de distancia no para decirles que nos iluminen con las
luces de la capital, sino para decirles que aquí estamos. Que el rock en el
interior también se da.
Agustín
Pérez Marchetta
Salta,
ex Almagro
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