lunes, 8 de julio de 2013

¡Oh! je voudrais tant que tu te souviennes

Mis uñas se fueron con vos, casi de forma idéntica: al momento de partir nadie dijo nada, la tensión en los dientes buscaba seccionar algo y orillaba las yemas... nuestros horizontes se hacían incompatibles, y las astillas del amor reventaban los globos rojos y tiernos que nos íbamos diciendo.
Mi amor arribamos juntos a un puerto de aguas tan profundas y nos quedamos en la arena pataleando y bromeando sobre lo que no éramos, sobre lo que podíamos ser. Te gustaba como alucinaba, yo con la palabra (¿o con la voz? ¿o con el cuerpo?) te dibujaba mundos que vos te encargabas de darle grandes pinceladas, siempre derrochando hermosos colores: rojos bermellones, violetas intensísimos, azules descollados. Uff, era la gloria, yo quería escribirlos, capturar el momento para no perder lo dicho, para que no se lleve el tiempo los hechos.
Las ganas de no morir me despiertan todas las mañanas y me obligan a seguir. Hoy no te tengo aquí y estas tan presente, quisiera abrazarte como aquella mañana de prestado que le arrancamos al destino. Quisiera estirar lo más que pueda este párrafo así no tengo que dejarnos, que dejarme, pero las palabras se van y agotado, esta mañana ya no es como aquella.

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